martes, 26 de mayo de 2009

Educar Vs Enseñar

Entre enseñar y educar hay notables diferencias, imperceptibles, a mi modo de ver, para quienes nos hemos acostumbrado a querer que el mundo sea como estamos acostumbrados a percibirlo. Las miradas planas suelen homogenizar los objetos o sujetos ante los cuales se enfrentan en la cotidianidad. Así, los estudiantes terminan siendo iguales en materia de ritmos y estilos de aprendizaje, intereses, cultura, disposiciones, entre otros rasgos de la personalidad humana. Explicamos un tema o situación de orden académico y creemos que todos deben haberse apropiado de lo que comunicamos; igual, si leen, observan o escriben. Queremos que la situación y los sujetos se adecúen a nuestros esquemas pedagógicos, en lugar de intervenir de acuerdo a las especificidades de estos.
Quienes enseñan, más que educar les interesa que sus estudiantes aprendan conocimientos. Entre mejor intervengan para que aquellos se apropien adecuadamente de los objetos de estudio, mayor competencia demuestran. Aún así, alguien puede ser excelente enseñante y un desafortunado educador. La calidad didáctica no garantiza la formación del sujeto educable como persona. El acto de educar va más allá de los aprendizajes. La formación integral, es decir del sujeto como persona, precisa intervenir para que los sujetos educables avancen en desempeños cognitivos, operativos, actitudinales y valóricos, entre otros.
En esta línea argumentativa el aprendizaje, el proceso de adquirir conocimientos, es más importante en la acción educativa si corre paralelas con acciones mediante las culaes se desarrollen sujetos con actutides, valores y disposiciones para vivir y convivir como personas, como seres interesados en sí mismos y en los demás, capaces de enfrentar los retos que el mundo exige para producir valores agregados y, al mismo tiempo, de aportar para construir mundos éticamente y estéticamente mejores.
De este modo, el educador trata al estudiante como persona. No lo grita, chantajea, excluye, ridiculiza ni penaliza. Es amigable con él, afectuoso, sincero, respetuoso. Genera verdaderas oportunidades para que mejore en sus desempeños cognoscitivos y socioafectivos. Como educador le interesa evaluar, es decir examinar para intervenir oportunamente en la disminución de fallas o fortalecimiento de potenciales; implementa estrategias para conocer y reconocer algunas diferencias de los estudiantes en razón de asumir su función con pedagogías diversificadas, flexibles, personalizadoras.
El educador no es un ser (iluso) que asuma el acto formativo sin anclaje en la realidad. Reconoce, por el contrario, que el sistema educativo cada vez desprovee a las instituciones y a los maestros de los recursos necesarios para asumir con mayor posibilidad la función de educar, incrementando sus responsabilidades; los estudiantes se apiñan en las aulas de clase, y el deterioro social y familiar agudiza sus dificultades para el aprendizaje y la formación integral. Aún así, no impone estas barreras para actuar, accediendo a recursos pedagógicos que proveen incesantemente las ciencias de la educación y, en particular, a sus competencias creativas para generar alternativas que permitan enfrentar las complejidades que teje el mundo de hoy.

Fragmentos del libro: Construcción del modelo institucional de evaluación de los estudiantes (Arboleda, Julio César, ed. fp, 2009)